Estimadas y estimados ciudadanas y ciudadanos, independientemente del color político o
futbolístico o balocestístico o deportivo en general que gastéis. Es bien
sabido el papel que gasta el fútbol en la sociedad española. Hace escasas
semanas se volvió a insistir en el Congreso de la necesidad de que los clubes
de fútbol paguen sus deudas. Vivimos momentos difíciles en los que el billete
de metro sube un 50% (hasta más en algunos casos). Momentos en el que la cifra
de 10mil millones de € en recortes sociales que está haciendo el Gobierno hacen
temblar algo más que los cimientos del Estado del Bienestar. Algunos ejemplos
de estos recortes sociales son: el pago no subvencionado de algunos
medicamentos, perdida de subvenciones a dependientes, una brutal subida de
tasas universitarias que ronda el 66% en algunos casos (hablando en cifras,
independientemente de lo que estudies tu carrera te puede costar de entre 600 a
1800€ más), una futura subida del iva, congelación de las pensiones… Está claro
que la prioridad del Gobierno no es la ciudadana o el ciudadadano sino los
intereses personales de la oligarquía que representa y financia esa amalgama
postfranquista llamada Partido Popular fatalmente electos. Por desgracia este
país está sumido en un fallo social, en una falta de desarrollo, en una
democracia que de base no puede ser porque los propios elementos que la
componen no son demócratas. Con esta carta quiero hacer una crítica a la propia
sociedad, una enmienda a la percepción del vulgo, una llamada desesperada a la
reacción, al pragmatismo, al civismo y al recuerdo de que todas y todos tenemos
un futuro por el que hay que luchar, que todas y todos tenemos unas vecinas y
unos vecinos arriba y abajo, a la izquierda y a la derecha. El año pasado esta
España atascada por un pasado fascista despertó en parte pero pesa el sueño, y
la propia droga que supone la manipulación mediática y a modo de emisiones
mediocres y la conversión de un deporte, como es el fútbol, en escape.
En la noche del 9 de Mayo, como buen rojiblanco, vi la final de la Europa League
entre el Atlético de Madrid y el Atlethic de Bilbao. Sinceramente, a lo largo
de la retransmisión sentí alegría porque ganó mi equipo, tristeza porque para los
chavales del Bilbao es arduo llegar a otra final semejante mientras que los
mercenarios de mi querido (que no idolatrado) Atleti al año que viene tal vez
disputen la misma final con otro equipo y con algún millón más en nómina. Pero
el sentimiento más fuerte que sentí durante la retrasmisión fue el de asco. En
un ejemplo de incapacidad democrática varias banderas fascistas españolas se
exhibieron en el Estadio Olímpico de Bucarest en primera plana, en hasta al
menos cinco ocasiones. Nadie de la retransmisión se mojó al respecto, nadie de
parte del Club Atlético de Madrid se mostró contrario a la acción de sacar
banderas fascistas en una final europea, nadie de la UEFA denunció lo que está
tipificado y censurado en todo evento deportivo: “Enaltecimiento del fascismo”,
nadie del Gobierno se ha pronunciado (a diferencia de otros países que
inmediatamente condenan exhibiciones filiofascistas de este tipo).
En la madrugada de dicho día, como buen rojiblanco, también fui a Neptuno, a hablar
con compañeros de fatigas futbolísticas de fútbol y otros menesteres sociales.
Neptuno abarrotado, el ambiente que muchas y muchos hinchas ponían era ejemplar
salvo excepciones. En este caso no cuatro excepciones, sino notorias
excepciones de varios cientos que aprovecharon la celebración para (que yo
viera): romper semáforos, tirar botellas a la Gran Vía mientras que pasaban
coches, tirar a la carretera y quemar contenedores y mobiliario de terrazas,
lanzar botellas a la policía, romper bolsas de basura y tirar toda esa basura a
los jardines públicos como el de la Pta de Alcalá, hasta un individuo (individuo
por mera estructura para tener sujeto en la oración) intentó quemar a un
vagabundo… Jamás pensé que aplaudiría la acción de un antidisturbios (yo mismo
denuncié el recibir golpes repartidos de forma indiscriminada en la anterior
celebración de 2010, viví y vivo prácticas abusivas/represivas de la policía
en manifestaciones actualmente), pero he de decir que moral y éticamente tengo que justificar la
acción de algunos policías. Condeno enérgicamente la represión en
manifestaciones como las vividas en los tiempos que corren, pero no puedo
condenar que varios individuos quemando cubos de basura al grito de “Aupa
Atleti” sean aporreados por estos cuerpos. Es más, me resulta digno de
análisis: si el movimiento 15M realizase los disturbios vividos la madrugada
del 9 de Mayo en uno de sus actos lloverían miles de detenidos y se impregnaría
prensa y telediarios de España con imágenes del destrozo culpabilizando y
criminalizando al movimiento ciudadano. España es así, la euforia desmedida por
el fútbol está permitida e incluso justificada, pero la lucha social más o
menos pasiva, más o menos violenta, pero con fines sociales y por el bien común a fin y al cabo
está perseguida por políticas y políticos y un innumerable elenco de periodistas.
El fútbol conviene mantenerlo, es un hielo más sobre el termómetro social, una
religión, un nuevo opio del pueblo. El fútbol ya no es competición puesto que
se basa en el tener y no en la superación física, el compañerismo o la
deportividad. Al fútbol solo le queda una pasión maleable, una pasión básica
para dar su evasión de la realidad a un numeroso grupo de personas. En el tour
rojiblanco con la copa de la Europa League del 10 hemos podido ver cómo se
paseaban en una misa, con la Presidenta de la CAM y con la Alcaldesa no electa
de Madrid en un ejemplo de casposidad más que nos induce a la triste realidad
social de esta España que nunca a podido llegar a denominarse del todo
postfranquista: Pan y circo.