Un fantasma se cierne sobre el sur de Europa: el espectro de la indignación. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias económicas, el Papa y las monarquías occidentales, el Bundestag y el Bundesbank, los hombres de negro y el Fondo Monetario Internacional.
No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de indignado, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de indignados.
De este hecho se desprenden dos consecuencias:
La primera es que la indignación se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas.
La segunda, que es ya hora de que las personas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro indignado con un manifiesto unitario que aparecerá en lengua griega, española, portuguesa, e italiana.
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